Donde todo es alucinante e increíble.

Diría que la entrada de hoy se asemeja más a una guía turística que a un blog personal. Corrijo; ya que creo que se trata de una guía turística personal.
Acabo de volver de tres increíbles y alucinantes ciudades: Las Vegas, Los Ángeles y San Francisco. Tres lugares, cada uno con un encanto totalmente distinto al anterior, pero siempre únicos e irrepetibles.
Mi viaje comenzó en Las Vegas. Mejor dicho, en el aereopuerto. Pero he decidido prescindir de la parte de la cola de facturación, la compra de un libro, la cola de embarque, y las interminables horas de vuelo. Por lo tanto, hablemos de Las Vegas.
Nunca pensé que lo que se ve en las películas fuera tan real, y que pudiera haber tal cantidad de casinos concentrados un una ciudad. Tampoco imaginé que se podría hacer una réplica tan exacta de Venecia, Nueva York o París (todo en menor tamaño, claro está), ni que aquel lugar, fuera, realmente, un parque temático para adultos.
Tras estar varios días en Las Vegas, volví a coger un avión y llegué a Los Ángeles. ¿Qué voy a decir de esta gran ciudad que nadie sepa? Pasear por sus calles es como vivir en una de las diversas películas de surfistas rubios de piel tostada, y socorristas chicas con tipazo; o bien en aquellas otras al estilo Pretty Woman. Es como estar en el centro del cine y como yo digo, vivir tu propia película.
Después de tres noches en Los Ángeles, volvimos al aereopuerto. Esta vez, rumbo a San Francisco. Me quedé anonadada al comprobar que es como si se tratara de una ciudad europea infiltrada en los Estados Unidos, y como si todas las montañas del mundo se agolparan allí, para crear la ciudad con más cuestas que he conocido nunca.
Así pues, tras volver a pasar tres noches en San Francisco, volví al aereopuerto. Esta vez para volver a cruzar todo aquel país, y todo el Pacífico. Y aquí estoy. Con un jet-lag incontrolable.
He de admitir que las tres ciudades me dejaron maravillada. Supongo que lo logran con cualquier persona. Y quien sabe, quizá algún día vuelva a pisarlas.