Es cuestión de recuerdos.

Dicen que las caracolas transmiten buenas vibraciones; y a mí me apasiona su susurro. Me gusta acercármelas al oído y, al escuchar su sonido de mar, recordar cada persona que he conocido, cada lugar en el que he estado, cada hora en la que he disfrutado, cada minuto en el que he soñado, y cada segundo en el que he vivido.

Así, quiero tener una con la que, al situarla cerca de mi cara, pueda recordar San Sebastián y su gente, desde cualquier lugar del mundo; otra que me deje soñar con las olas rompiendo en playas de Miami o Cancún; otra con la cual pueda revivir las fiestas de Salou o Mallorca; y por qué no, otra que me enseñe la grandiosidad de Madrid, París o Nueva York. Aunque no tengan mar.

P.D.: Hablo de caracolas, pero en realidad me encanta todo aquello que me recuerde a algo o alguien que haya marcado mi vida.